> Bajo el volcán
Querapi, el pueblo más cercano al muy activo Ubinas, en Moquegua, se encuentra bajo permanente riesgo. Sin embargo, sus pocos pobladores se niegan a ser reubicados y reclaman una histórica deuda de las autoridades.
(Somos, 22 de marzo de 2014)
> El rastro de la violencia
Cuatro periodistas recorren Latinoamérica en un auto buscando historias que expliquen cómo el crimen organizado y el narcotráfico han instaurando un universo de violencia sin comparación. En su paso por Perú conocieron lo más profundo del Vraem. Esta es una bitácora de su viaje.
(Somos, 26 de enero de 2013)
> Los humos y los otros
Reiniciadas las operaciones de Doe Run en La Oroya, se reaviva el conflicto entre quienes dependen de esa actividad económica y quienes defienden la salud de una población históricamente afectada.
(Somos, 4 de agosto de 2012)
> El recuerdo del día más triste
A un año de la violencia en Bagua, unas tres mil personas llegaron a la llamada Curva del Diablo. Alberto Pizango ofreció ayuda en la búsqueda del mayor PNP Felipe Bazán
(El Comercio, 6 de junio de 2010)
> En la selva del desarraigo
Extrañar no es solo un recurso romántico del migrante promedio. Lo que de verdad impacta a un shipibo que dejó su comunidad nativa en los alrededores de Pucallpa y se instaló en Lima es que aquí el pescado y el plátano cuestan.
(El Comercio, 22 de enero de 2010)
> Etnia que se recupera a sí misma
Recuperarse implica, ante todo, asumirse. “Balsacho” es el adjetivo despectivo que recibe cualquier nativo shawi del distrito de Balsapuerto (Loreto) apenas pisa una ciudad con cemento, pollerías y mototaxis. “Balsacho” le dijeron a José Púa Pizango en Pucallpa cuando fue a estudiar en un instituto técnico; él había empezado el colegio recién a los 9 años en la comunidad de Pueblo Chayahuita y la temporada en la ciudad la entendió como una escala ineludible hacia el desarrollo personal. Que lo insultaran era secundario: José logró acostumbrarse a la idea de que era distinto, pero esta vez como un adjetivo ponderativo. Los shawis —también llamados chayahuita— integran una de las etnias menos estudiadas por la antropología moderna.
(El Comercio, 14 de setiembre de 2009)
> Los marginados del mapa político
En las 80 localidades fronterizas del país vive casi el 5% de la población peruana. Cada una de estas regiones carga el peso del olvido y de una crisis que parece eterna. ¿Qué hace el Estado por ellas?
(El Comercio, 29 de julio de 2008)
> Una comunidad al borde del estallido
Caso Majaz: la postura radical de los bandos opuestos ha convertido a la comunidad de Segunda y Cajas en un polvorín en donde puede pasarse fácilmente de los insultos a la violencia.
(El Comercio, 27 de abril de 2008)
> Cautivos de incertidumbre
Después de semanas de tensiones Ayabaca vuelve a la normalidad. Si bien sus habitantes se mostraron en contra de la actividad minera, aún queda una pregunta clave por responder: ¿Qué pasará don este pueblo ahora? Hoy el saldo es una población llena de dudas.
(El Comercio, 10 de setiembre de 2007)
> Alturas de crimen y castigo
Profunda conmoción causó el linchamiento de un menor de 16 años, acusado de abigeato, en una comunidad de Puno. Se dice que su padre fue obligado por los pobladores a ahorcarlo. El escenario del crimen es ahora una hoguera de miedos y lamentos.
(El Comercio, 2 de setiembre de 2007)
> Prisioneros a domicilio
El arresto domiciliario es una tierra de nadie entre la prisión efectiva y la libertad. Hay formas de sobrellevarlo, como se ha podido ver en los últimos años en algunos casos paradigmáticos como el de Héctor Chumpitaz, Laura Bozzo y el de Alberto Fujimori en estos días.
(El Comercio, 27 de junio de 2007)
> La epopeya de los libros
Fuera de “Epopeya”, de los poetas recitando en el Huáscar y de la marcha humalista en la frontera, la cuestión Perú-Chile tuvo un aire nuevo, por fin: las autoridades chilenas se comprometieron a devolver los libros robados durante los saqueos en la Guerra del Pacífico.
(El Comercio, 5 de abril de 2007)
> Esta es su tierra, mi Perú
El paisaje de Mi Perú, Ventanilla, es como el de un pueblito metido en una olla de arena. Nació hace 21 años cuando no había luz, ni agua, ni teléfono, pero a fin de cuentas tiene lo que muchos migrantes necesitan para vivir: cuatro paredes y sol.
(El Comercio, 25 de julio de 2006)