En las últimas 48 horas, Eugenio Marcos Núñez ha sobrevivido a todo. Él fue el único que se salvó de morir la madrugada del miércoles en la mina Gazuna (a media hora de Oyón en la sierra de Lima), pero además ha debido soportar el necesario asedio de los funcionarios de varias entidades del Gobierno Regional y del Ministerio Público, que requerían su testimonio para elaborar sus informes (y de la prensa, es cierto). Ayer, durante todo este ajetreo, Eugenio no podía entender por qué seguía sintiendo mareos y por qué, como repetía constantemente, se sentía «pesado»
Foto superior: Sebastián Castañeda
Es el juego macabro de la riqueza y su reflejo. Wilberder Vegas es secretario de la Asociación de Mineros Artesanales de San Sebastián (una de las comunidades del distrito de Suyo, provincia de Ayabaca) y cuenta que los mineros artesanales y pobres de Ayabaca andaban en burros flacos que siempre miran para abajo; luego señala a uno que va por el camino de trocha y dice que desde hace poco la vida de ese hombre es distinta: ahora maneja una moto. Eso puede sonar a riqueza. Ese minero en esa moto irá a su casa después de la faena y allí el subdesarrollo seguirá siendo una tara que se cuelga entre el escaso nivel de alfabetización y una cultura económica rudimentaria y casi nula, si se tiene en cuenta que no le quedan muchas opciones para sobrevivir salvo la de extraer un poco de oro y venderlo; es más rentable que seguir criando cabras: el queso de cabra no cotiza en la bolsa. Eso ya no es riqueza sino un reflejo. O una sombra.
(El Comercio, 11 de mayo de 2008)