Es, finalmente, cuestión de perspectivas. Desde el enfoque ambiental, defender con todas las armas legales posibles la Sierra del Divisor permitiría garantizar su pureza. Desde el punto de vista productivo, la existencia de concesiones petroleras en un sector podría representar un caso –único en este país de extremos– de convivencia pacífica entre naturaleza y empresa. Desde un ángulo político, darle a este imponente territorio ubicado entre Loreto y Ucayali la categoría de parque nacional haría parecer que hay un Estado decidido. Y desde la perspectiva visual que otorga la ventanilla de una avioneta, y que permite tomar fotos como la que encabeza esta página, lo que se observa con pavor es una reserva de vida bajo amenaza constante.
(El Comercio, 2 de mayo de 2015)
Foto superior: Dante Piaggio
Los guardianes de la Sierra del Divisor
Los conocí en su hábitat natural, el monte, durante una larga caminata de madrugada en la que nos guiaron a mí y a Dante Piaggio una colpa de guacamayos -que nunca bajaron a comer-, en algún rincón escondido de la bastante remota Sierra del Divisor, entre Ucayali y Loreto, junto a Brasil, allá por donde el viento da la vuelta. Frente a la colpa hay una cabaña escondida desde donde se puede ver a las aves sin molestarlas; allí, en el raro silencio que ofrece la selva en las mañanas, nos contaron su historia. Ahora ambos son dos de los más respetados guardaparques de la zona reservada Sierra del Divisor, y se encargan de que las nuevas amenazas -la minería, la tala, la violencia del narcotráfico- no se concreten, pero antes estuvieron en el otro lado de la mesa: Luis Vargas fue cazador furtivo: mataba animales salvajes para tener algo de comer. Y Roy Percy Gonzáles ayudaba a su padre a talar árboles de manera ilegal y vendía la madera: también lo hacían para subsistir.
En la selva todo es relativo. No encontré un solo guacamayo, pero sí una buena historia. Entonces prendí la cámara.
(El Comercio Web, 5 de mayo de 2015)